jueves, 3 de septiembre de 2009

«Las motos se rompían y pedíamos a los camioneros que nos llevasen al cuartel»

Dos guardias civiles, miembros de la primera promoción de Tráfico, cuentan cómo se trabajaba en los años sesenta

Cuando Alfonso García y Tomás Villamayor comenzaron su andadura en la Benemérita, apenas circulaban por las carreteras españolas un millón de coches. Los vehículos a tracción animal todavía campaban a sus anchas por los caminos e incluso podían ser objeto de alguna sanción por exceso de velocidad, aunque la multa de diez pesetas a la que se enfrentaban resulte hoy irrisoria. Alfonso y Tomás, ahora septuagenarios y en aquellos días veinteañeros, formaron parte de la primera promoción de un cuerpo que, a día de hoy, cumple medio siglo rodeado de reconocimiento: la Guardia Civil de Tráfico.


«Si se rompía el parabrisas poníamos un periódico para parar el viento»


«En el año 59 hicieron en Madrid una experiencia piloto para ver cómo podía funcionar el Cuerpo», explica Alfonso. «No teníamos medios, ni nada. Había una moto y teníamos que compartirla entre dos». Alfonso fue destinado a Ocaña y Tomás a Zamora. Dos años después, aparecía la primera promoción de guardias civiles de Tráfico en la Región. Corría el 10 de junio de 1961 y 44 hombres recibieron la orden de velar por la seguridad vial de los murcianos. Un objetivo que han venido desempeñando hasta la actualidad, cuando este Cuerpo cuenta con 260 agentes. Tomás y Alfonso no llegaron a Murcia hasta el año 81, «el del 23-F».
«Hemos pasado sangre, sudor y lágrimas», explica Tomás. «Las motos se averiaban cada dos por tres y teníamos que parar a algún camionero para que nos acercara a la Comandancia», recuerdan estos veteranos entre risas. Una práctica habitual entre estos guardias era colocar un papel de periódico a modo de parabrisas para parar el viento cuando éste se rompía. «Lo del parabrisas es totalmente cierto», reconocen.
Los teléfonos móviles, en aquellos años, no estaban ni pensados y el único modo de comunicación entre los compañeros era «un radioteléfono que la moto llevaba detrás y que rara vez funcionaba».
Estos dos veteranos observan con cierta envidia los avances de los que disfruta ahora, 50 años después, la Guardia Civil de Tráfico. «Los jóvenes de ahora nos dicen que no se pueden creer que trabajásemos así», explica Tomás risueño.
«Hoy no les falta de nada».

laverdad.es

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