Toni nació para la moto, nació para luchar a brazo partido por un título que no hizo justicia a toda una vida de sacrificio, nació para demostrarnos a todos que bajar los brazos y dejar de trabajar no es nunca una opción; probablemente porque él nunca lo hizo, probablemente porque es un “currela” de las dos ruedas.
Con el paso de los años hizo honor a la célebre cita de Winston Churchil pronunciada en 1940 ante la cámara de los comunes “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”.
En casa de Elías siempre se ha habido un ambiente motero; hijo y sobrino de dos de los pilotos que dominaron el motocross nacional era solo cuestión de tiempo que el pequeño de la casa se subiese a una moto.
Quizá por influencia familiar o por gusto propio Toni se inició con una motocicleta de monte; sin embargo no hizo falta mucho tiempo para que centrase su mirada en una “poquetbike”, una miniescuela de campeones.
El asfalto era lo suyo y motos no le faltarían; no en vano era el negocio familiar.
Con diez años, ya se había coronado como tercer piloto en el campeonato de Cataluña de minimotos y al año siguiente se confirmó como segundo en el mismo campeonato; Toni daba pasos en firme; el talento se había transmitido genéticamente. Su carrera acababa de empezar.
El siguiente escalón estaba esperando a un Elías hambriento, quería probar motos más grandes, dar el paso lógico; por ello desde el 93 hasta el 96 no hizo sino competir con scooters; una de las escuelas de los futuros pilotos. Sus actuaciones fueron destacadas; otro paso más que Toni daba; trabajo y talento.
Sin embargo supo donde se encontraba el futuro, su futuro; se inscribió en el Open Racc de 50cc con una Yamaha TZR. Toni era uno más de esos pilotos que se formaba en el semillero de las categorías inferiores en España.
Un sistema darwinista de selección de pilotos, una cantera inagotable de futuros campeones que sembraron su devenir con ahínco y hoy, una de las épocas doradas del motociclismo español, simplemente han de recoger lo sembrado. Pero los pequeños motores de aquel campeonato no tenían las prestaciones suficientes para retar a Toni, ansiaba motos de mayores prestaciones.
El siguiente año, en 1998 Elías accedió a la categoría siguiente con una Yamaha de 125 centímetros cúbicos; seguía dando pasos, seguía ascendiendo hacia su destino.
Su primer año no fue sino un período de adaptación, en el que el piloto de Manresa hubo de acoplarse a una moto y una categoría, que exigía destacar desde su inicio si quien se aventuraba a pelear entre aquellos jóvenes veteranos, quería mostrar sus cartas.
El año siguiente, logró una meritoria tercera plaza en la clasificación general. Sin embargo 1999 no sería recordado sino por una primera incursión en la cita mundialista que se daba en nuestro país, la Comunidad Valenciana. Este, fue el punto de inflexión de una carrera que se mostraba imparable; sumó sus primeros puntos. El wildcard manresano daba la sorpresa.
Elías dejó su miedo a un lado, y con la ilusión del niño que era, osó luchar en una categoría donde los mejores de cada lugar se congregaban. Se había convertido, después de tanto trabajo y sacrificio, en un piloto mundialista.
El año 2000 vio nacer la carrera internacional del manresano, fue un año difícil; subirse a semejante tren no es sino una aventura espinosa únicamente al alcance de los más talentosos y trabajadores. Elías cumplía con los dos requisitos.
Sin embargo, exigía una alta capacidad de sacrificio a fin de hacerse a una cilindrada que no esperaba a sus rezagados; al contrario, los desechaba. A pesar de los duros momentos iniciales el manresano supo extraer lo mejor de aquella aventura que comenzaba; experiencia y motivación.
Pero el destino le sorprendió en el siguiente escalón de la escalera de su vida; la oportunidad que buscaba llamaba a su puerta con fuerza. Toni no se amilanó y no vaciló, un sí rotundo certificó la aceptación de la oferta de quien se convertiría en uno de los mejores cazatalentos de este circo llamado Moto GP; ese no era otro que Alberto Puig.
Toni no defraudó las expectativas que sobre él se habían creado. Su tercer puesto mostraba a las claras que aquel luchador tenía madera de piloto rápido; por mucho que no hubiera podido luchar por más carreras ese año debido a la inferioridad mecánica de su moto.
La diosa fortuna se citaba con Elías al año siguiente; esta vez era otro de esos cazatalentos cuyo trabajo incansable y su olfato para la velocidad darían varios campeones del mundo; nos referimos a Jorge Martínez “Aspar”.
El ex piloto ofreció a Toni la oportunidad de ocupar una de las dos Aprilias de su equipo. Nada hizo dudar al manresano y con la ilusión de un adolescente se apeó de su 125 y se colocó en una moto de 250 centímetros cúbicos.
El buen hacer del catalán en el mundial de 2002 culminó con una cuarta plaza en la clasificación general. Toni mostraba maneras y luchaba para cumplir su sueño; quería ser campeón del mundo.
El siguiente año, 2003, hizo mejorar al manresano que con su victoria en tres grandes premios y su subida al cajón en segundo puesto en otros dos más, se confirmaba como un valor en alza. Sólo unos problemas iniciales en la puesta a punto de su Aprilia lo alejaron de los puntos necesarios para coronarse como campeón del mundo; aún así pugnó hasta los últimos momentos por el título.
2004 fue un año de cambios para Elías. Salía de la estructura de “Aspar” para recalar en la de otro ex piloto; Daniel Amatriain. A lomos de una Honda fue capaz de subir al podio en ocho ocasiones aunque a lo más alto del cajón solo en uno de los casos.
Con un cuarto puesto en la clasificación general abandonó la categoría; cotas más altas esperaban al manresano. Por fin, las motos que nos dejaban anonadados con sus prestaciones contaban con aquel luchador entre sus pilotos; MotoGP daba la bienvenida a Toni.
El periplo del catalán por la categoría reina no estuvo trufado con el éxito esperado. En su primer año en las filas del Fortuna Yamaha rubricó una decimosegunda posición; el piloto había de adaptarse a la nueva categoría, la nueva moto y acoplar su estilo de conducción a aquella arquitectura de motor; pasaba de los dos tiempos a los cuatro tiempos.
El siguiente año se enroló en la estructura Honda Gresini, arrebatándole una victoria al mismísimo Valentino Rossi. Sin embargo, los resultados esperados no cristalizaron y certificó una novena posición que carecía del regusto esperado.
2007 fue para Elías un año para olvidar; una fuerte caída lo apartaba de las pistas. Una pierna rota era el peaje que había de pagar; su clasificación se resintió y no se pudo hacer sino con el decimosegundo puesto.
Luis D´antin fue quien al año siguiente brindó a Elías la posibilidad de auparse a una de las Ducati satélite con las que contaba en la parrilla. Los resultados no acompañaron a un Elías que finalizada la temporada se encontraba seguro de recalar en su antigua escudería; Fausto Gresini lo subiría en su Honda.
Una larga travesía por el desierto de la incertidumbre esperaba a Toni; el futuro se presentaba difícil. Si otras veces la diosa fortuna le sonrió, hoy le daba la espalda.
Los asientos de las motos de la categoría reina se encontraban cubiertos y Toni descabalgado se quitaba el polvo después de aquel golpe.
Un devenir espinoso no era plato de gusto; pero una luz de esperanza resplandecía en el cielo del de Manresa.
Moto 2 acababa de nacer y estaba por tanto, dando sus primeros pasos. Muchas de las monturas de ese campeonato se encontraban disponibles, y los equipos no querían sino pilotos con experiencia que les ayudasen en la consecución del primero de los títulos que se disputasen en el recién estrenado certamen.
La ilusión era máxima y las expectativas sobre la nueva categoría estaban en el aire. Toni esperaba culminar un buen año que le abalase, a fin de volver a una categoría que lo había descabalgado como si no tuviese talento. Simplemente retrocedía para impulsarse de forma más fuerte.
Haciendo acopio de toda su experiencia y su pundonor Elías culminó la temporada completa de Moto 2, alzándose con el título de campeón del mundo; el primero de una larga lista que se acababa de inaugurar. A tres carreras del final del campeonato el de Manresa lo celebraba con la ilusión de quien obtiene por fin algo esperado.
Ya nadie se acordaba de los malos momentos pasados, del trabajo duro no siempre recompensado, de los largos viajes y la larga travesía por un desierto colmado de desesperanzas y malos recuerdos.
Toni tomaba lo que por derecho propio le correspondía, era al fin campeón del mundo, Elías había escrito su nombre con letras de oro en la historia del motociclismo mundial.
Lejos quedaban aquellas acusaciones que lo tildaban de piloto que retrocedía, de piloto que daba un paso atrás. Muchos pensaron que la participación en aquella categoría era un tiro en el pie a sí mismo, una trampa colocada a fin de atraparse; nada más lejos de la realidad, aquel campeonato nos dio muchos momentos memorables.
Pugnas entre varios pilotos y carreras que se decidían en la última vuelta eran la tónica general en Moto 2. Pasadas suicidas y vuelo raso era moneda de cambio habitual entre pilotos que veían su primera oportunidad de reivindicarse o bien una nueva categoría, un escaparate en el que promocionarse.
Axl Rose le recibía con los brazos abiertos cantándole el “Welcome to the jungle”, himno oficioso que no oficial del nuevo Moto 2. El manresano curado de espanto y enfermo de victorias lo abrazaba y le susurraba al oído, “seré piloto aquí o no seré”.
Quizá otros nunca hicieron tantos méritos como Elías para ser pilotos de una MotoGP y en cambio la disfrutaron. Su moto del año pasado, la moto con la que hizo frente a los mejores pilotos del mundo no fue sino una rémora, una trampa en una carrera que se veía relanzada.
Sin embargo en vez de llorar sus penas, Toni optó por devorarlas, pues ya se sabe que lo que no te mata te hace más fuerte, y el de Manresa estaba muy vivo; tenía el ansia del hambriento y la picardía del necesitado.
Toni enseñó los dientes a los malos augurios y se recompuso, luchó y ganó. Nos dio un ejemplo. Toni es, ha sido y será un luchador.
a2r.com
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